DE NOCHE, INVADO TU CAMA
Había sido piedra rugosa que se mantenía inerte, pesada y
silenciosa,
y tus ojos me convirtieron en arena que vuela en busca de
libertad.
Me transformé en agua, después de ser sed, para recorrer tu
cuerpo en busca de otros manantiales.
Llegué a ser tu propio sudor, convertido en mi sudor, mientras
saboreaba lo dulce de tu piel.
Invadía tu sueño, en noches frías de ausencia, apareciendo
transformado en blanca sabana que te cubre.
Te seducía mientras dormías, besándote los labios con roces
de brisa que brotaban de mi alma.
Y tú, sonreías. Sonreías sin saber quien era. Sin saber que
estaba; sin saber que ocurría.
Y en tus fantasías de noche abrazabas la nada que era mi
sombra; compartías la almohada que yo arrugaba.
Y así la piedra se hizo lágrima que se desliza por mi rostro
mientras tu ignoras mi presencia.
Y así, cada noche, esperaba volver a verte escondido entre las
sombras, para decir que te quiero aunque tu no me veas.
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